¿Qué puede hacer fracasar una OPV?
Aunque cada salida a bolsa constituye un proceso de valoración único —que refleja la calidad intrínseca de la empresa, el precio objetivo y la demanda agregada—, hemos identificado tres errores frecuentes que suelen traducirse en problemas tanto en la OPV como en la evolución posterior de las acciones.
- Rondas de financiación privada a valoraciones excesivas
¿Puede una valoración ser tan elevada que acabe perjudicando a los accionistas actuales? En nuestra opinión, sí, cuando supone un obstáculo para obtener liquidez real. Hemos observado numerosos casos en los que empresas privadas captan capital al precio más alto posible. Aunque esto pueda parecer una victoria a corto plazo, a la larga puede perjudicar a los inversores de la OPV resultante.
En la práctica, cuando las valoraciones en el mercado privado superan con creces las expectativas del mercado público, se genera un amplio diferencial entre el precio de oferta y el de demanda, lo que impacta negativamente tanto en el interés de los inversores como en el comportamiento bursátil tras la salida a bolsa. Además, el estigma asociado a fijar un precio inferior al de la última ronda privada lleva a muchas compañías a posponer su salida a bolsa hasta recuperar dicha valoración. Esta dinámica pone de relieve la importancia de fijar un precio adecuado —no simplemente el más alto posible— en las rondas previas a la OPV. Si la intención final de la empresa es cotizar, es esencial determinar el precio de estas rondas considerando compañías similares que ya cotizan y su comportamiento en el mercado, para evitar así el problema del desfase entre la oferta y la demanda.
- Mecanismos de fijación de precios inconexos
Los mercados privados tienden a ser ineficientes, ya que los precios suelen establecerse en función de la opinión de uno o dos inversores. Por el contrario, una OPV representa el primer paso hacia un mercado más eficiente, donde el mecanismo de formación de precios es más transparente y coherente. Desde nuestro punto de vista, es fundamental que ambos mercados —el privado y el público— valoren a la empresa de forma alineada. Por ejemplo, una «empresa tecnológica» dirigida a un comprador final justifica un múltiplo muy distinto al de una «empresa de consumo» con componentes tecnológicos.
Aunque las compañías aspiran a cotizar con los mismos múltiplos que sus equivalentes en bolsa, lo habitual es que deban aceptar un descuento, dadas las particularidades asociadas a una OPV. Una empresa que sale a bolsa suele colocar en el mercado aproximadamente un 10% de su capital, mientras que el 90% restante queda como exceso de oferta latente. Esta situación genera dinámicas que no se dan en una empresa plenamente cotizada, como la posibilidad de posiciones en corto ante la expectativa de un aumento del capital flotante. - Conducta (des)alineada con las entidades colocadoras
Por último, las entidades colocadoras compiten entre sí por participar en las OPV, y ello influye en su estrategia de fijación de precios. En este contexto, sus incentivos suelen centrarse en maximizar el rendimiento a corto plazo de la operación, más que en el comportamiento a largo plazo en el mercado secundario. Dado el exceso de acciones no colocadas —en torno al 90%—, resulta fundamental considerar cómo influirá la evolución a largo plazo de la cotización en los inversores que aún no han podido desinvertir.
Además, estas dificultades tienen implicaciones relevantes para los inversores de capital riesgo de la compañía. Por ejemplo, si una empresa recién salida a bolsa cotiza muy por debajo de su última valoración en el mercado privado, los inversores actuales se arriesgan a que se cuestione la metodología empleada para valorar el resto de su cartera de participaciones no cotizadas.
Las empresas tienden a obsesionarse con el precio de salida en su OPV, cuando, en nuestra opinión, deberían centrarse más en su evolución posterior. Consideramos que las compañías que fijan un precio de salida prudente y luego superan las expectativas tienden a obtener mejores resultados que aquellas que maximizan su valoración inicial y luego se enfrentan al riesgo de un rendimiento decepcionante.
Por qué el mercado de OPV volverá a cobrar vida
Aunque en la actualidad muchas salidas a bolsa se están posponiendo ante la falta de un entorno estable en los mercados públicos, no creemos que se hayan cancelado. Desde nuestro punto de vista, es inevitable que numerosas empresas privadas líderes terminen accediendo al mercado bursátil por tres razones fundamentales:
- Liquidez — Los mercados privados no ofrecen la liquidez necesaria para que inversores, fundadores y empleados puedan hacer líquidas sus participaciones. El mercado público mueve más volumen en apenas cuatro días que todo el capital privado en un año (gráfico 2). Por ello, salir a bolsa se convierte en un paso casi obligatorio para la mayoría de las empresas privadas con éxito, y es altamente probable que lo den en cuanto se estabilice el mercado cotizado.