2. La incertidumbre política justifica una mayor prima de riesgo. Aunque el panorama político sigue siendo incierto, hemos observado indicios de que la estrategia arancelaria de EE. UU. consiste en adoptar una postura inicial agresiva para luego retroceder en los aspectos más extremos a medida que se avanza hacia compromisos razonables. Los mercados han reaccionado a estos movimientos, especialmente con repuntes en las tires del bono estadounidense a 10 años. Aun así, considero que la incertidumbre política seguirá presente en EE. UU., lo que se traducirá en una mayor prima de riesgo para la renta variable.
3. El estímulo fiscal se está desplazando. Mientras que el gasto público estadounidense se enfrenta a las limitaciones derivadas del aumento de la deuda y el déficit, el ambicioso plan de Alemania de invertir un billón de euros en defensa e infraestructuras ha situado a Europa en una posición fundamentalmente más favorable. En mi opinión, se trata de un punto de inflexión para Alemania y para la Unión Europea en su conjunto, que por fin parecen reaccionar a los desafíos en materia de crecimiento, regulación y consumo.
4. La fortaleza del dólar estadounidense podría estar en entredicho. La solidez del dólar ha sido un obstáculo importante para los inversores internacionales en renta variable en los últimos años. Ahora, la supremacía del dólar como moneda de reserva se enfrenta a múltiples amenazas, como el elevado déficit fiscal de EE. UU., las presiones negativas sobre el crecimiento y la inflación, y los flujos de capital. En este contexto, considero posible una depreciación continuada del dólar, lo que podría suponer un factor adicional de rentabilidad para los inversores que buscan oportunidades fuera de Estados Unidos.
5. Las perspectivas del sector tecnológico son más dispares. Una de las claves del giro hacia la renta variable internacional es que las previsiones para las grandes tecnológicas estadounidenses son ahora más diversas que hace un año. Entre los factores que generan preocupación se encuentran los planes de inversión de capital de estas compañías, el aumento de la competencia, las cuestiones regulatorias y el carácter más cíclico de algunas áreas de su negocio. No obstante, estas empresas —que suponen en torno al 30% de la capitalización del S&P 500— siguen liderando la rentabilidad del índice2.
A propósito, aún no he mencionado las valoraciones en esta «tesis a favor» de la renta variable internacional porque este argumento ha perdido fuerza en los últimos años. Las valoraciones «atractivas» no siempre se han traducido en rentabilidades igualmente atractivas. Dicho esto, a fecha de 28 de abril de 2025, los PER a 12 meses de la renta variable europea y japonesa eran de 14,1x y 13,4x, respectivamente, frente al múltiplo de 20,3x del mercado estadounidense3. Estoy convencido de que, en este momento, existen suficientes catalizadores para que se produzca cierta convergencia en las valoraciones entre la renta variable estadounidense y la internacional.
Implicaciones para la inversión
Diversificar en renta variable internacional. Ha llegado el momento de diversificar las carteras con un sesgo hacia la renta variable estadounidense. La renta variable de EE. UU. se enfrenta a múltiples obstáculos en comparación con la internacional: crecimiento e inflación, política fiscal y monetaria, evolución de las divisas y dudas en torno a los valores tecnológicos de megacapitalización. Todos ellos podrían actuar como catalizadores para reducir la diferencia de valoración.
Las multinacionales estadounidenses no son necesariamente la mejor vía para obtener exposición internacional. Aunque estas empresas generan ingresos a escala global, según MSCI, de media más del 60% procede del mercado nacional4. Además, me preocupa que las marcas estadounidenses puedan verse perjudicadas por consumidores, gobiernos o inversores institucionales no estadounidenses, ya sea por represalias o por una preferencia creciente hacia empresas que no sean de este país.
La clave está en la implementación. Es fundamental tener en cuenta el peso de EE. UU. en los índices de referencia. Por ejemplo, el índice MSCI World —referencia habitual para fondos internacionales— tiene una exposición de aproximadamente el 70% a Estados Unidos4. Por tanto, una estrategia activa orientada a este tipo de índice puede estar infraponderada en EE. UU. pero seguir expuesta en gran medida a este mercado. Podría ser más adecuado optar por una estrategia con un índice de referencia puramente internacional, como el MSCI EAFE Index o el MSCI World ex USA Index.